Se acerca una de las fechas más esperadas cada año, especialmente para los niños: la Navidad. Una época de villancicos, ilusión, tiempo para disfrutar en familia y regalos. Con la llegada de estas fiestas, también surge uno de los dilemas más complicados: ¿debemos contarles a los niños la realidad sobre Olentzero y los Reyes Magos? ¿Es mejor edulcorar la realidad a los niños? Lo cierto es que es un debate difícil y para el que no hay una respuesta definitiva. Sin embargo, te hablamos sobre ello en este artículo.
Son muchos los padres que optan por inventar historias y mentir a los niños en Navidad, explicándoles cuentos y fantasías sobre los Reyes Magos y Olentzero, por ejemplo. Pretenden mantener la ilusión y la fantasía de estas fechas mágicas y señaladas, sobre todo porque a los adultos les hace viajar a una infancia que recuerdan con nostalgia. Sin embargo, son muchos los especialistas que no recomiendan este tipo de prácticas y alegan que pueden ser perjudiciales para su desarrollo cognitivo.
Entre estos expertos destaca David Kyle Johnson, que asegura que no es bueno edulcorar la realidad y que lo más aconsejable es ser honestos con ellos y contarles la verdad. Por un lado, este tipo de mentiras favorecen que sean niños más crédulos y confiados, lo que puede hacer que sean más fáciles de manipular y caigan en mentiras externas que de verdad sí pueden causarles daño. Por otro lado, cuando los peques se enteren de la verdad y sepan que les has estado mintiendo, no solo sentirán tristeza y decepción, sino que te pondrán en duda a ti y se preguntarán en qué otros aspectos les has mentido.
Este es un debate que puede aplicarse a muchos temas además de la Navidad. Por ejemplo, la mayoría de padres acostumbran a mentir a los niños o inventar historias cuando estos hacen preguntas sobre la muerte, el sexo, la violencia, etc. Normalmente se crean estas invenciones, se maquilla la realidad o se cuentan «mentiras blancas» en temas que siguen siendo tabú en la sociedad. Aspectos con los que nosotros, como adultos, tampoco sabemos cómo lidiar. Contamos esas historias porque queremos ahorrarles sufrimiento, evitar que desarrollen miedos y pretendemos mantener la inocencia de la infancia.
En definitiva, siempre hay matices que atender y muchas posibilidades de fantasías y mentiras que contar, pero muchos expertos aseguran que no es conveniente edulcorar la realidad de los niños, sino que debemos adaptarla a su capacidad de comprensión y hacer que se enfrenten, en la medida de sus posibilidades, a la realidad de lo que acontece.
Para mi, mentir es una acción radicalmente distinta a abrir la ventana al mundo simbólico y alimentar esa faceta inherente al ser humano. Los símbolos, los arquetipos, nos conectan con una memoria ancestral que nos permite una comprensión a otro nivel de conciencia diferente al que corresponde al mundo de lo cotidiano.
Los Reyes Magos, Papa Nöel y otros personajes similares, existentes en todas las culturas, pertenecen a ese mundo «esotérico», de dentro, a ese mundo separado de lo «exotérico» o profano.
Mentir pertenece al mundo profano. Cuando yo digo que llueve sabiendo que hace sol, cuando digo que el abuelo se ha ido en lugar de decir que ha muerto.
Me parece importante decir la verdad, claro que sí. Lo que no creo es que «la verdad» consista en hacer desaparecer un mundo, el simbólico, diciendo que no existe.