Con el invierno llega el frío, el viento y la lluvia. Y también un decaimiento de nuestro estado de ánimo. Pero, ¿qué hay de cierto en eso de que la meteorología nos hace estar más contentos o -en caso de que sea adversa- más tristes y apagados? ¿Se trata de una cuestión exclusivamente psicológica, o también afecta a nuestro organismo?
La asociación de mal tiempo y bajo estado de ánimo tiene un nombre: Trastorno Afectivo Estacional. En inglés se conoce como Seasonal Affective Disorder, cuyas iniciales componen, casualidad o no, la palagra ‘sad’ (triste). Las personas que sufren este trastorno pueden sentirse realmente mal debido a la poca luz, la lluvia y demás inclemencias metereológicas del invierno. Y hay estudios que vienen a demostrar cómo cuando se exponen a la luz solar, se sienten bastante mejor (sobre todo si es por la mañana).
Sin embargo, un estudio de 2008 publicado en la revista Emotion vino a demostrar cómo aquellas personas que, digámoslo así, tienen un buen día, no lo van a tener peor por el hecho de que haga mal tiempo. Por contra, si uno se siente mal desde que se levanta, un día con frío y lluvia probablemente empeore el panorama. Y al revés: un aumento de la temperatura y de la luz solar tiene efectos positivos sobre las personas con ánimo negativo. Esto es así porque la exposición al sol eleva los niveles de serotonina, uno de los componentes químicos esenciales del cerebro. Mientras que la ausencia de luz contribuye a la segregación de melatonina, sustancia implicada en la producción del sueño.